1- La presencia humana
Las personas que aparecen en sus cuadros son, salvo raras excepciones, personas de su familia o entorno próximo, y la mayoría las realiza en la primera mitad de su carrera. Son poses poco expresivas, evocan fotografías. El dibujo es para Antonio López una técnica autónoma, no subordinada a la pintura.
2-Memoria de Tomelloso:
Hasta 1961 vivió entre Madrid y Tomelloso, su pueblo natal. Pero nunca pierde el vínculo con su tierra y con la memoria de lo vivido.
Desde finales de los años 50 a mediados de los 60 realiza estas obras. Fieles a la representación de los objetos, pero a la vez pobladas de misterio y fantasmas.
4-Realismo de los objetos:
Desaparece el velo traslúcido anterior, y busca la exactitud de la mirada, recrea hasta los más pequeños detalles. Los motivos son objetos ordinarios de su entorno.
5-La ciudad y el tiempo:
Las vistas de Madrid iniciadas en los años 60 son las obras más conocidas de Antonio López.
Son cuadros de gran formato, realizados del natural y durante prolongados espacios de tiempo (hasta 20 años), durante unas horas concretas del día, para captar la luz fugaz. La obra nunca está terminada, sólo acaba cuando el pintor abandona el motivo de la ciudad cambiante.
6-Los espacios íntimos:
Elige los temas que le emocionan, y aquellos que puede tener todo el tiempo ante los ojos mientras pinta: el taller, su casa o la de sus amigos, el jardín…
Ya en su pintura muestra interés por el volumen de los objetos y de las figuras. Como escultor trabaja sin bocetos, a escala real, sobre todo en la figura humana abordando el punto conflictivo entre lo genérico del hombre y lo específico del modelo. Está influenciado por la escultura egipcia y griega arcaica.
Las esculturas “hombre y mujer”, que considera inacabadas, pese a los más 20 años de realización en el que toma nota de distintos modelos, intenta la representación del hombre y mujer actual sin idealización ni fidelidad a ningún canon.
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